Te hablamos de las trampas más comunes que se cometen al realizar una dieta, a través de uno de los libros del nutricionista Julio Basalto
La dieta supone para muchos un gran sacrificio. Si a eso sumamos que, a veces, no se tienen los conocimientos correctos, se puede echar por tierra ese esfuerzo. Existen algunos enemigos a los que hay que prestar atención con el fin de no caer en trampas o dietas milagro, como los alimentos que se autodenominan “light” o “bajos en grasas”.
A la hora de ponerse a dieta hay que tener cuidado con algunos enemigos ocultos que no son fáciles de identificar. El dietista y nutricionista Julio Basulto señala en su libro Secretos de la gente sana muchas de esas “+” que hay que vigilar para no perjudicar nuestros avances, como los alimentos con etiquetas “bajo en grasas” o “sin grasas”, o que no hay que confundir los cereales integrales con los “enriquecidos con fibra”, así como los productos que se etiquetan como “light”, que no siempre contienen pocas calorías.
A continuación, cinco de esos enemigos invisibles que desarrolla el dietista en su libro:
El tamaño de las raciones. Las porciones de alimentos que consumimos han aumentado de forma exagerada en los últimos años, lo que se traduce en una mayor ingesta. Sin saberlo, al escoger el mismo producto que unos años atrás, obtenemos una mayor cantidad de alimento que, con toda probabilidad, consumiremos en su totalidad. Un trabajo del Departamento de Salud del gobierno estadounidense lo ilustra de forma muy clara al diferenciar las calorías que aportaban diferentes productos alimentarios hace 20 años en comparación con la actualidad. El tema es preocupante, porque nuestras necesidades energéticas no han crecido en paralelo a este aumento de energía consumida (más bien lo contrario), lo que acaba en un ingreso de calorías superior al gasto. Este exceso se almacena en forma de grasa corporal y acabaría convirtiéndose en una nutrición o dieta alimenticia poco adecuada-
El tipo de grasas: Cuando leemos en una etiqueta “bajo en grasas” o “sin grasas”, pensamos de forma inmediata que se trata de un producto saludable. Pero esto no tiene por qué ser así. Las grasas no son, por norma, malas y por lo tanto, la tesis “cuantas menos, mejor” no es acertada. En realidad, este nutriente es necesario e imprescindible para múltiples funciones del organismo, y según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria y Nutrición (EFSA), del total de calorías consumidas a lo largo del día, entre el 20% y el 35% debería provenir de este nutriente. Pero la EFSA también diferencia con contundencia las recomendaciones de consumo según el tipo de grasas, y establece que, de grasas saturadas y grasas trans, cuantas menos, mejor. Estos son, por lo tanto, el tipo de grasas que debemos buscar en las etiquetas y minimizar su consumo, tal como aconsejan las autoridades en nutrición.
Alimentos integrales y enriquecidos con fibra: Esos dos conceptos no son sinónimos. Refinar los cereales (arroz y trigo, por ejemplo), es decir, eliminar la capa externa que recubre el grano, supone perder la mitad de las vitaminas, de los minerales y de la fibra que contienen dichos cereales. De esta manera, el pan blanco o la pasta y el arroz refinados son menos nutritivos y también menos saludables, porque además de nutrientes, el refinado elimina entre 200 y 300 veces su contenido en sustancias fitoquímicas protectoras de la salud. En esta línea, la recomendación de las instituciones sanitarias es que se prioricen los cereales integrales para realizar correctamente una buena nutrición y dieta, que no es equivalente a enriquecidos con fibra, ya que si bien aportarán más cantidad de ésta, no sucede lo mismo con las vitaminas, minerales y sustancias fitoquímicas.
La sal: Este condimento presente en casi todos los alimentos procesados supone, consumido en exceso, un factor de riesgo clave en la hipertensión y en la enfermedad cardíaca. Es importante saber que solo el 25%-30% de la sal que ingerimos es añadida por nosotros mismos de forma voluntaria. El resto procede del consumo de alimentos tan cotidianos como el pan, la bollería, los cárnicos y derivados, los quesos, las salsas, las conservas, los platos precocinados, etc. Escoger de forma sistemática los productos “sin sal/sodio”, con “bajo contenido de sal/sodio” o con denominaciones equivalentes, o mejor aún, lo menos procesados posible, es una gran forma de evitar uno de los más grandes enemigos de una dieta saludable.
El etiquetado de declaraciones nutricionales: ¿Qué significa que una galleta de chocolate es light? ¿Se puede comer tanta margarina ligera como se quiera? ¿Están los postres con un valor energético reducido destinados a la población con obesidad? La legislación que regula la declaraciones nutricionales y de salud no es conocida por la mayoría de la población, que ante este tipo de reclamos publicitarios se siente desorientada para realizar una correcta dieta. Un producto puede etiquetarse como “light”, “ligero” o con “valor energético reducido” si las calorías se han disminuido, como mínimo, en un 30%. Pero esto no significa, claro está, que sean pocas, sobre todo si el producto original era muy rico en calorías (y grasas, y azúcares…).
Teniendo en cuentas estos amigos invisibles, ya podemos tener en cuenta qué pautas seguir a la hora de realizar una dieta adecuada y saludable.